lunes, 28 de diciembre de 2009

Reflexiones II

Los “Derechos Humanos” entre la democracia y el poder.

Podría pensarse desde una perspectiva general, que los Derechos Humanos, constituyen un eje que atraviesa, indistintamente, diferentes regímenes de gobierno, es decir, tanto una socialdemocracia alemana, como un “conservadurismo italiano”, o un populismo latinoamericano. Esto podría llevarnos a pensar y a preguntarnos si los Derechos Humanos son ajenos a la política o si están en un lugar a donde el poder no llega. Las siguientes líneas intentaran pensar, justamente, esta relación, la de los Derechos Humanos con el poder y la política.
Claude Lefort, es uno de los grandes teóricos del totalitarismo, y a través de su análisis de la diferencia entre el totalitarismo y la democracia, puede darse una excelente “respuesta” a la pregunta que aquí nos estamos haciendo. En los regímenes Totalitarios, explica este pensador francés, los Derechos del Hombre, definidos desde el siglo XVII como los “derechos del hombre burgués”, es decir, del hombre individual, son absorbidos completamente por el Estado. Dice Lefort: “Bajo este régimen el hombre se encuentra disociado del hombre y separado de la colectividad hasta un extremo no conocido nunca en el pasado, (…) por que su individualidad debe disolverse en un buen cuerpo político, el pueblo soviético o el partido”.
Si discutimos el tema de los “Derechos del Hombre”, el texto de Marx La cuestión judía, es una parada obligada. Allí Marx elabora una critica donde pone de relieve, justamente, que la definición de “derechos del hombre”, esta hecha a medida del hombre individual burgués; esa definición esta pensada para que cada hombre encuentre en el otro hombre “no la realización sino, al contrario, el limite de su libertad”.
Llegados a este punto, se podría trazar una interpretación que muestre que la definición de “Derechos del Hombre”, en el sentido recién explicado, posibilito la situación radical de abolición de esos derechos que se dio en los totalitarismos efectivamente sucedidos en la historia. Pero más allá de la plausibilidad de esta interpretación, el interés de Lefort es otro. En el totalitarismo el poder atraviesa toda la sociedad y es por eso que no hay lugar para los derechos. Pero en la democracia, esta es la tesis de Lefort, se da una separación entre derecho y poder. Esa separación fundamental para la democracia, privilegia el carácter simbólico que los individuos pueden tomar como sociedad en sus reclamos. La democracia juega con la idea de tener vigentes ciertos derechos en la práctica que todavía no han sido institucionalizados. Esta no-institucionalización, esta distancia del poder, permite a la sociedad, a los hombres la lucha por nuevos derechos y su efectiva realización. Como bien muestra el titulo, los derechos del hombre, en la democracia, se sitúan a distancia del poder.
A través del análisis de Lefort y de la experiencia de los Totalitarismos pueden desgajarse otros sentidos de la idea de “Derechos del Hombre” que Marx no pudo ver. Primero, la idea de que los Derechos del Hombre funcionen como límite de separación entre el derecho y el poder, impidiendo, como en el caso de los totalitarismos, la total absorción de la sociedad en el Estado, y por lo tanto, el peligro de poner a los individuos bajo un poder político desmesurado.
Segundo, si bien es difícil negar que la crítica de Marx a la definición atomizada e individualista del hombre en los “Derechos del Hombre” continúe teniendo vigencia en las sociedades actuales, eso no nos impide preguntarnos por los aspectos positivos que tiene la idea de Derechos Humanos.
Para finalizar veamos como pensar estos aspectos positivos. El texto principal donde Lefort expone las ideas que aquí hemos recorrido, se titula La Invención Democrática, y esta invención que define a la democracia, es precisamente, la de abrir, constantemente, un espacio en la practica para la lucha por nuevos derechos, ese espacio alejado y al resguardo del poder, tiene una fuerza simbólica que no debemos dejar que se pierda.
La critica mas fuerte que hacía Marx a la idea de los Derechos del Hombre, es que, para su época la conquista de estos derechos llevaría a una “emancipación humana”, de libertad e igualdad. Hoy vemos que la denuncia de Marx de que esa “emancipación humana” no era más que una “ilusión política” ha tenido su alta cuota de verdad, pero no solamente, porque la definición de hombre escondía el germen burgués y bajo el no podría haber una verdadera emancipación, sino porque, nunca bastaría la sola definición de un conjunto de derechos para alcanzar cualquier tipo de emancipación. En la vida de todos los días, hay una distancia inmensa entre los derechos instituidos y su real aplicación. A su vez, día a día aparecen nuevos derechos por los que luchar, y nuevos grupos sociales con nuevos reclamos. Por lo tanto, y como además, los hombres son históricos, concretos y viven en sociedades determinadas, nunca habrá una definición de “Derechos Humanos”, que contemple a todos los hombres y a todos sus derechos. Lo que si podemos hacer y pensar, es determinadas formas sociales y políticas, determinados regímenes, donde se pueda en la practica, luchar por nuevos derechos; para vivir en una Democracia así es indispensable no perder de vista, el valor simbólico que tienen los Derechos Humanos, como un lugar a donde el poder no puede llegar, y como un lugar que la SOCIEDAD, (y no el Estado), debe cuidar y en el cual debe actuar, para permitir siempre la reactualización de Derechos de distintos actores y sectores sociales.

sábado, 26 de diciembre de 2009

El Último Hombre Hedonista.

A través de esta nota pude descubrir el porque de mi adicción al café fuerte. Y por fuerte me refiero a realmente fuerte, el triple de lo que en un bar se conoce como “café fuerte”. Si cualquiera de los lectores logra descubrir lo mismo respecto de cualquier otra sustancia, entonces el fin de esta nota esta logrado. Veamos como se da ese descubrimiento.
La idea central es (por favor no se asuste y dele tiempo al argumento): todos somos unos drogadictos encubiertos. En la medida en que ese encubrimiento no sea develado la posibilidad de una sociedad sin adicciones resulta imposible.
Quien tiene la clave de ese secreto, por supuesto no soy yo, sino el genio inigualable de Slavoj Zizek, yo tan solo seré un comunicador de su palabra.
En la presentación del libro Placer y Bien, que Zizek titula “El goce como categoría política”, se encuentran una serie de reflexiones sobre el papel de la droga a modo de analogía para comprender como en el capitalismo de nuestros días la política “es mas y mas la política del goce”. Partiendo de este punto, el análisis de Zizek atraviesa la diferencia entre un Occidente liberal-tolerante y un islam fundamentalista, diferenciados por el derecho de la mujer a la sexualidad libre, donde encontramos el “goce” como categoría, operando en el centro de esa diferencia, hasta llegar, a través del psicoanálisis Lacaniano, a la idea del “goce absoluto”, donde desaparece la dimensión del goce del Otro. Para entender un poco mejor este recorrido de Zizek, veamos como funciona la analogía o la metáfora, con las drogas.
Dice Zizek: Lo que las drogas prometen es un goce puramente autista, un goce al que se accede sin el rodeo a través del Otro (del orden simbólico). “sin el rodeo a través del otro”, significa un goce sin ninguna representación simbólica, esto es, un goce que ataca directamente nuestros centros neuronales de placer. La experiencia de la drogas abarca entonces, lo Real del goce (sin representaciones) y “la proliferación salvaje de fantasías” (del orden simbólico con representaciones) valgan como ejemplo los efectos alucinógenos de la droga, que según comentan, “hace ver”, formas alocadas, colores extraños, sensaciones indescriptibles, etc. No obstante, no hace falta llegar al extremo de las drogas que atacan directamente nuestros centros neuronales para encontrarnos con el funcionamiento del goce, no ya sin su representación simbólica, si no, peor aun, sin su cualidad sustancial.
Volvamos al plano de la realidad cotidiana donde encontramos, haciendo un pequeño paseo por el supermercado, ejemplos de esto ultimo. La lista es la siguiente: café sin cafeína, crema sin grasa, cerveza sin alcohol. Y mas allá del supermercado, el sexo virtual como sexo sin sexo, y mas allá todavía, la realidad virtual como realidad sin Realidad, o (este es el punto al que quiere llegar Zizek) la doctrina de Colin Powell de guerra sin guerra, y por ultimo, la política como arte de la administración experta, como política sin política.
Llegado este punto se abre la pregunta que es la clave del encubrimiento: “¿No es ésta la actitud del Ultimo Hombre hedonista? Todo está permitido, uno puede gozar de todo, pero desprovisto de la sustancia que lo hace peligroso.” A todas luces se hace comprensible la afirmación del comienzo: todos somos drogadictos encubiertos. Todo esta permitido, todos consumimos todo desprovisto de la sustancia que lo hace peligroso, pero no obstante, lo consumimos. La frase no es redundante aunque lo parezca, tiene la clara intención de poner de relieve la acción, por que, quitado o no el peligro, el acto de consumir sigue estando, y en él radica todo el peligro de la adicción. Aquí la excusa de “estar desprovisto de lo que lo hace peligroso” deja de funcionar, y entonces, ingresamos al nivel del comportamiento social, y de cómo, ese último hombre hedonista, se vuelve parte de una Ultima Sociedad Adictiva. La combinación, hace explotar las esperanzas.
Claro que hay una detalle que hace distinta esta reflexión a cualquier otra “clásica” sobre drogadicción, puesto que los ejemplos usados por Zizek, como el dice, son de cosas permitidas sin sus sustancias peligrosas, ejemplos como el paco y la cocaína, no caerían bajo estas líneas.
Pero, acaso no es ese el lema de muchos de los consumidores de éxtasis, marihuana, cocaína, y porque no, pornografía también; qué “no es peligroso”, que “yo la controlo”. Cuan seguro estamos de qué adicciones son “sustancias peligrosas”, ¿la televisión lo es?, y ¿la internet?
Si nos situamos en el mismo plano de Zizek, y nos quitamos la mascara, reconociéndonos como ese Ultimo Hombre hedonista, estas nimiedades tal vez, como son el café sin cafeína o la cerveza sin alcohol, tienden hacia un horizonte mucho mas terrible. Repito, lo de unas líneas atrás, el goce absoluto, es el goce sin el Otro. Ese horizonte, atenta contra toda posibilidad de la política, contra toda posibilidad de vivir en una “realidad con realidad”, en una “realidad con Otro-s”.
La situación de gravedad que implica la droga en los niveles mas conocidos, como el paco en las villas, las llamas drogas de diseño en las clases altas (pido perdón por estos lugares comunes y prejuiciosos, pero las mas de las veces son exactos para representar el imaginario social) o el trafico de drogas; no nos impide, preguntarnos por la situación de nuestra cotidianidad, por nuestra comprensión del placer y el goce, directamente ligados a la adicción.
Porque, sino empezamos preguntándonos por eso, podríamos, como dice Zizek: ¿para que molestarnos con el café? ¡Inyectémonos cafeína directamente en nuestra sangre!

Reflexiones Periodisticas

A continuación se encontraran una serie de reflexiones periodísticas, escritas por el mismo Rubicante, que han sido publicadas periódicamente, en el diario "EL Anden", que se distribuye en prov. de Buenos Aires.

lunes, 21 de diciembre de 2009

Completitud

En un cuento sobre una murga, en la cual el tiempo parece marchar al revés, Dolina dice que ahí, “las historias de amor empiezan por el hastío.” Quiero en estas líneas, que siempre son una metáfora, una elipsis y un desvió de mi vida, nunca un retrato perfecto, no porque no quiera sino porque me resultaría imposible, porque estas mismas palabras en el momento en que se las escribe y se escribe mi vida, generan una disrupción, un efecto borroso que convierte la realidad de los hechos una en una irrealidad y entonces las palabras y los hechos se vuelven indistinguibles, con lo cual al final nunca se si mi vida serán mas mis hechos, que mis palabras; como decía, quiero en estas líneas refutar esa afirmación. Eso significa arriesgar una historia de amor donde no se termine en el hastío, eso seria tan simple y abrumadoramente complejo como contar una historia de amor con final feliz.

El miércoles comenzó con los signos de tortura bien marcado bajo los ojos. Sin abusar de la hipérbole diría que más de cinco días sin dormir decentemente, es sincero. A eso se suma un maratón de estudio inhumano, y un ejercicio constante de borradura de los trazos de la memoria. Para las cuatro de la tarde, cuando el suplicio y la agonía se habían convertido en una alegría y regocijo indescriptible, producto de haber rendido la ultima materia de la Licenciatura en Filosofía, me dispuse a relajarme, a desvanecerme en el vacio de los pensamientos, a suspender todo tipo de sinapsis posible. Para lo cual, elegí ver una película en la soledad de mi pieza (de la cual participan todos los transeúntes y choferes de Córdoba).
De la escasa oferta de películas me convenció “La suerte esta echada”, película argentina, que yo esperaba tuviese alguna reminiscencia a la maravillosa novela de Sartre que lleva el mismo nombre. A pesar de no tener ni una de esas reminiscencias, la película me resulto excelente. En ella, entre otras cosas, sucede una historia de amor. El enamorado, recurre a un profesor de tango para poder conquistar a la mujer en cuestión. Más que las enseñanzas bailaristicas (si se me permite el neologismo) se dan una serie de diálogos, de una sabiduría implacable.
Uno de los diálogos entre el Profesor y el Enamorado, y el que será la base de la refutación prometida, discurre de la siguiente manera:

-Profesor: ¿Cuantas mujeres tuviste en serio en tu vida?
-el Enamorado: Tres
-P: ¿Y como eran?
-E: Diferentes entre si
-P: ¿Seguro?
-E: Si
-P: Yo creo que en el fondo es siempre la misma. Porque es uno el que repite y repite, es muy difícil salirse de la repetición. Cambia el embase pero el esquema que atrapa es siempre el mismo. Si uno detecta la repetición, se corre, la deja pasar, y ahí safa. Ahí empieza a existir la posibilidad de que aparezca lo que es para uno de verdad. Con las minas o con lo que sea eh. La repetición es lo contrario a la evolución. Para evolucionar hay que aprender. ¿Alguna vez tuviste que aprender algo para acercarte a una mujer?
-E: No
-P: Parece que la vida eligió el tango para tu evolución.

Hasta segundos antes de esa escena, mi espalda había impuesto una hermosa tregua con el dolor, el cerebro efectivamente había interrumpido su actividad, y todo el resto del cuerpo se dejaba seducir por la gravedad frente a la cual la resistencia del colchón era una caricia. Pero las neuronas están enfrentadas hace años con mi voluntad, y jamás lograré ponerlas bajo mi yugo, con lo cual, la tranquilidad desapareció en un santiamén y las sinapsis explotaron por todo el cerebro, al punto de que pude sentir la electricidad recorriéndome el cuero cabelludo y como la piel en el punto de las sienes empieza a estirarse y querer expandirse conforme las ideas pasan de electricidad a materialidad. No tuve otra opción que ponerle pausa, tantear la lapicera y la libreta azul, y resignarme a que ese algo que habita en mi interior sembrara palabras y sensaciones por toda la hoja, que ahora, con sus matices racionales y sus bemoles temperamentales toman forma en este texto.
La idea, se presento concreta. Cosa que no pasa muy a menudo, y la razón estoy seguro, fue la precisión de ese dialogo, de esas palabras.
Los últimos días estuvieron cargados de esa certeza dolinesca, veía como poco a poco, sin poder ejercer control, ni orientar rumbo, un amor perfecto, se seguía diluyendo en el hastío, hasta borrarme todas las ganas de concretar ese encuentro que tanto deseaba semanas atrás. Opte por resignarme, como corresponde a estas situaciones, sepultar lo dicho, lo no dicho, lo hecho y lo pensado, y continuar. Tan sencillo como eso. Ni una palabra más. Nunca fui de los que se desprenden fácil, mas bien todo lo contrario, pero esta vez fue sencillo (seguro mas por su contribución que por la mía), pero para el martes, mi yo, con su sí mismo, y mi mí mismo estaban en armonía.
Las sensaciones que me había dejado esa escena, estuvieron en latencia hasta que hoy se me cruzo el libro de Dolina, ahí se dio la conjunción justa. No termine la frase para saber que estaba en desacuerdo, no todas, ni la mayoría de las historias de amor terminan en hastío, y la justificación, la presentación muy pintoresca de esa justificación, se trasluce al ritmo de un dos por cuatro.
El sentimiento de fracaso al final de una relación, es lo peor que a uno le puede pasar. La impotencia de ver como la ruptura entre dos, se multiplica en muchas rupturas al interior de cada uno. Ni siquiera se trata de un intento de recomponer esa ruptura, tan sólo, de darle un final, que no este teñido por las discusiones interminables, por los intentos de corroborar versiones dudosas del pasado, o por un distanciamiento capaz de borrar todos los rastros del amor dulce y alegre que se vivió. Es el miedo a que ese último desencuentro, esa última incomprensión, se lleve todo lo bueno, y lo sepulte para nunca más recordarlo ni reconocerlo. Ese miedo es el peor que me toco vivir. Me dispuse con fervor a revertir ese resultado, aunque sea, en mi mente.
Una sola pregunto basto “¿Alguna vez tuve que aprender algo para llegar a vos, para enamorarte, para enamorarte mas el tercer diecinueve que el quinto o el octavo? Las respuestas se agolparon, más que por las cosas que aprendí, por la oportunidad de ponerlas en practica: la igualdad, en todas sus facetas y consecuencias, entre el hombre y la mujer, el respeto por aquellas cosas que uno ni siquiera comprende del otro, el intento diario de comprender un mundo completamente distinto, el intento diario de disfrutar ese mundo completamente distinto mas allá de la incomprensión, los secretos de la música, los secretos de la mujer, tus secretos (por esas tres pasa un delgado hilo que hace que a medida que se entiende uno, se entienden mejor los otros). Tuve que aprender a confiar en vos y no en mí. Tuve que aprender a pedir perdón, muchas veces. Aprender a vivir eso que siempre había querido de amar sin orgullo ni competencias. Aprendí que el sexo se disfruta más cuanto mas lo disfruta el otro. Contrastar eso con mi pasado, me hizo saber que se puede estar con una mujer en la cama y estar sólo, y es horrible. Aprendí a preguntar “¿Qué te pasa?” sin el vacío retorico. Aprendí que sentir orgullo por el éxito de los demás puede ser mas reconfortante que el que proviene del éxito propio. Nunca pensé que podía sentir unos nervios tan lindos y enérgicos como los que se sentía al salir al escenario, hasta que por primera vez te vi cantar en un recital.
En fin, basta con decir que tuve que aprender a ser un hombre completamente distinto y más de una vez.
Lo más importante de todo, es que aprendí, y descubrí, que todo eso no se fue, ni con vos, ni con una ruptura, y no se va a ir jamás con ninguna mujer. Eso queda en mí y para siempre. Eso me hace una persona distinta, modelada y transformada al pulso de las cuatro manos de esa historia de amor, a eso no hay distancia, decepción o hastío que puede anularlo. En pocas palabras, para que una historia de amor sea feliz, feliz con unas mayúsculas enormes, basta que el resultado sea haberse convertido, ambos, en seres un poquito más completos, más justos, más entregados y más dispuestos, más capaces de reinventar, desarmar, destrabar y recomponer, esa unión que es el amor y que en el intento, ambos se hayan convertido en un poco más libres.

domingo, 13 de diciembre de 2009

Boludeces

Hay relatos que en favor de su exactitud y contundencia deben perder esteticismo y ser breves. Este es uno de ellos.

Esta semana hice cuatro cosas muy boludas y una decente. La primera cosa boluda fue buscar un encendedor por una hora (60 minutos), por todo el departamento habiéndolo dejado en la caja de cigarrillos (porque sabia que lo iba a perder) y no lo vi cuando saque el cigarrillo, a eso se suma que ese encendedor era el único elemento del cual conseguir fuego (a usted, perspicaz y elocuente lector, déjeme decirle que la ranura de mi calefón es tan delgada que el cigarrillo no entra, así que quítese esa sonrisa inmediatamente).
La segunda cosa boluda fue comenzar un libro maravilloso y atrapante, a sabiendas de que cada segundo valioso de lectura debía estar puesto al servicio del estudio académico.
La tercera cosa boluda, fue descubrir la pérdida del “amor de mi vida”.Descubrimiento que tiene como condición necesaria: haberlo perdido efectivamente. Boludeces si las habrá.
La cuarta cosa boluda fue desperdiciar todos los segundos valiosos de lectura cotejando ese descubrimiento mentalmente. Lo cual hace que las consecuencias de la tercera cosa boluda de la semana se hayan expandido más allá de lo lógico.

La única cosa decente que hice fue, reconocerme a mí mismo, que soy un gran inventor de excusas para no estudiar (valgan como ejemplos: perder un encendedor apropósito o fabular sobre “amores de toda la vida”).



PD: Uno de estos dos párrafos, seguramente, funciona como excusa del otro. Usted elige.

sábado, 12 de diciembre de 2009

Poesía

Te mastica con paciencia, te gruñe
Te tira con violencia de los nervios,
Te muerde los tendones del bíceps
Te extirpa con las uñas las fibras del gemelo
Te despedaza los pectorales con pinzas.
Te desgarra la piel a tarascones, te descuaja el
Hígado y lo condimenta para los perros.
Al pulmón le mete un embudo directo con
Acido nitroso y sulfato de sodio.
Con los intestinos juega a saltar la soga.
Al corazón te lo reviente, tritura, patea,
Disecciona, arrastra, estruja, rompe,
Rebana, pica, descuartiza y destroza.
La sangre te la sorbe, te la chupa, la succiona
La degusta, la hierve, la traga, la escupe,
La regurgita y te la vomita.
Te atraviesa con una lanza, te degüella
Te calcina, te cocina, te deshuesa, te cuerea
Te desuella los ojos, te demuele los dientes
Te aplasta la mandíbula, te corta las orejas,
Te estaca los genitales, te revienta a piñas
Te dispara, te ahorca, te tortura, te asfixia
Te golpea, te quema, te apuñala, te estrangula
Te desintegra y te aniquila.

Y sólo te ha dicho “adiós”.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Rastros de Mujer

Compartimos los desayunos y las cenas. Los ratos de estudio y los de ocio. Nos escribimos todas las noches, las que salimos juntos y las que salimos separados. Nos emborrachamos mucho, juntos. Y nos abrazamos y tocamos todo el tiempo. Paseamos mucho también, a recitales, a bares, a festejos, de lunes a lunes siempre encontramos una excusa para vernos (todavía la necesitamos). Llevamos más de un mes durmiendo juntos, pero de coger ni hablar, y de darse un beso con ternura menos que menos. Lo primero lo hicimos muchas veces, lo segundo no se. De saber eso podría entender a la perfección por que sigue quedándose a dormir en casa todas las noches sin dejarme tocarle un pelo. Pero no lo se, y no saberlo es la cuestión de la cuestión, esa incógnita, esa ignorancia autoprovocada es el quid de la cuestión.

Fuimos todo lo que se puede ser, y ahora encima inauguramos una nueva forma de relación. Fuimos conocidos distantes, compañeros de cama casuales e indiferentes cuando estábamos solteros, luego amigos, luego seudo-cuñados, otra vez amigos (esa segunda vez nos hicimos grandes amigos de los que se cuentan todo y pueden pasar horas y horas juntos, sin que se te cruce ninguna idea por la cabeza de que vas a terminar cogiendo). Después ella se puso de novia y yo me convertí en el pibe con el cual el novio le hacia escena de celos (confieso que ese papel lo disfrutaba como ningún otro). Como era de esperar lo dejaste. Pero para entonces yo me había puesto de novio, no obstante no te tomó mucho tiempo convertirte en mi amante predilecta (tal vez vos confiarías que ese era el papel que mas disfrutabas). Después supongo que nos aburrimos. Yo deje de estar de novio. Los dos comprobamos que no teníamos corazón para esas cosas y ahí, habiendo perdido el decoro y la decencia, y las buenas costumbres, y las falsedades y los compromisos, en fin, habiendo perdido todo, tuvimos el mejor sexo, la mejor relación. Nos escribíamos y nos veíamos poco, pero cada vez que nos veíamos yo me quedaba con la sensación del alma llena por unos días. Era por todo, porque venias sin mas que una simple ¿venís?, porque traías la cerveza que a mi mas me gusta, porque no me hacías ver una película al pedo antes, y sobre todo porque me saludabas desde la puerta sin que yo tuviera que salir de la cama, a veces sin que tuviera que despertarme. Se lo decía a todo el mundo “es la mejor mina que conozco”, siempre decía, “Vale oro”. Y lo valías en cada puto centímetro de piel. (Y por si el “puto” no basto, aclaro que lo escribo con bronca).

Decidido a no aceptar mi naturaleza volví a ponerme de novio. Volvimos a no hablarnos por mucho tiempo. Si quedaba algo de corazón y bondad, se fue al año con esa novia. Y como era de esperar regrese a tu compañía sin preguntas ni explicaciones, ni tuyas ni mías.

Pero ahora, ahora todo es distinto, en público nos mostramos juntos sin cuidado, y nos mostramos, casi como se mostrarían una alegre parejita de novios. No recuerdo una sola vez en los últimos dos años, aquellos años, en los que nos hayamos visto de día. Hoy en cambio, paseamos a plena luz del sol, y hasta por unas baldosas me animo a darte la mano.

Ahora cuando estamos solos, en la intimidad de mi living te sentís lejana. Ya no te tiras en el sillón dejando un espacio milimétricamente calculado, que dice “hay espacio para uno mas, pero si queres venir tenes que pedirme permiso para que yo me corra y entremos los dos”, no, te sentas en la silla con las piernas encogidas marcando una distancia imposible de superar.

Todo esto lo hubiese comprendido tres años atrás, ahí si que me la mande y en grande. Sinceramente pensé que no me lo ibas a perdonar nunca. Tal vez entendiste lo que me paso, no lo se, nunca te pregunte. Pero fue difícil, cuando te dije que la iba a dejar a mi novia por vos, realmente lo deseaba, lo pensaba y lo quería hacer. Pero después me encontraba con ella, y no podía dejar de llorar como pelotudo rogándole que me perdonara, que yo la amaba y que vos no significabas nada. Lamentablemente era cierto. A ella la amaba, y con vos… yo amaba estar con vos, pero no podía enamorarme de vos. Lo mismo que en esos años increíbles de amantes. Yo estaba enamorado de esas noches casuales que compartíamos, a veces lo disfrutaba mas que hacer el amor con mi novia, pero otra vez, a mi novia se lo hacia con amor, y con vos, podía hacer absolutamente todo lo que se nos viniera en mente, pero jamás hacerlo con amor. Eso no significa que fuera sin sentimiento. Yo te quiero, te lo digo ahora y te lo decía entonces (lo digo ahora mas que entonces). Y cuando estábamos desnudos te quería muchísimo. Y también lo digo sin culpa, porque seguro no era yo sólo. Vos tampoco podías amarme, como no podes hacerlo ahora, y si lo hacías, te esforzaste mucho, y te salió a la perfección, en demostrarme que no. Por eso decía que es una ignorancia autoprovocada, si alguna vez hubo un sentimiento los dos nos esforzamos en ocultarlo mas allá de las sabanas (la expresión es literaria no mas, creo que nunca estuvimos en una cama con sabanas).

Así y todo acá estamos otra vez, después de casi un año sin vernos, durmiendo juntos en el sillón, completamente vestidos.

Te dije que quería escribir sobre vos, escribirte. Darte ese estatus que sólo consiguen las mujeres que pasan a las palabras en mi vida. De mas esta decir que te lo mereces, que tenes la importancia para estar acá, pero a diferencia de otros casos, a este no le encuentro sentido. Seguro vas a disentir en todo lo que escriba. Como cuando te digo que te quiero y no me crees. O como cuando te digo que nos imagino de novios y pones cara horrorizada. A un hombre, a un macho cualquiera, le vendrían atropelladas a la boca las razones obvias: realmente nunca me vas a perdonar, o no te animas a entregarte a mí, o no sos suficiente mujer, o no podes con tu orgullo, y toda esa sarta de huevadas. Yo prefiero pensar que te diste cuenta que no soy el indicado, pero me resguardo un poquito de aprecio a mismo, y también pienso que seguís intentado descubrir esa parte bondadosa en mi. Porque seamos sinceros, buen amigo no soy, eso esta mas que claro. Y vos buena amiga tampoco, digamos que basta recordar la fiesta en que me quisiste secuestrar en el baño estando presente mi novia. Que sonrisa hermosa de guacha y atorranta tenias esa noche, ni que hablar del exquisito detalle de haberte ido esa noche con mi mejor amigo a la cama, lo tuyo sin duda era un arte maravilloso.

Pero otra vez acá estamos, y como nunca antes tratándonos con una sinceridad animal, animalmente inhumana. Por suerte al otro día podemos fingir que no nos acordamos de nada porque siempre hay una botella de vodka nikov que media entre nosotros.

Por suerte hay algo completamente distinto a toda mi vida anterior, ya me harte (tal vez por que descubrí su inutilidad, o mejor dicho, la vida me lo escupió en la cara) de buscar sentidos. No los hay. Menos con las mujeres, y menos aun con las mujeres y yo. Vos te vas a seguir quedando a dormir. Yo voy a seguir construyendo meticulosa y desprevenidamente esos segundos fugaces en los que parece que me vas a dejar desnudarte, y que son abruptamente cortados por tu mano que me golpea, por tu cuerpo que me escapa. Vos vas a seguir confiando (a sabiendas de que es mentira) en mis palabras vacías de que “es la ultima vez” y que “quiero ser tu amigo”. Y la vida va a seguir con esas prácticas sin sentido y razón de ser.

Yo mientras siembro un rastro imperceptible de posibles desenlaces. De los mas variados, ambiguos e indescifrables como corresponde a nuestra relación. Por momentos te aseguro que cuando vuelva de Madrid, voy encontrar la forma de darle veracidad a mi “te quiero”, y vamos a dejar el maltrato psicológico y la histeria, para dejar de postergar un noviazgo que lleva postergado más de cuatro años. Otro día te convenceré de que mi amigo es ideal para vos, y de que llegado el punto en el que estamos, nos espera una amistad de muchos años. Entre tanto voy buscando desventuras, penurias, desgracias y tragedias, para contarte detenida y detalladamente. Por que si hay algo que tengo por seguro, es que jamás, mientras tengo eso para darte, nos vamos a dejar de ver.

El alma vibrando en una cuerda.


El tango dice “se me olvido que te olvide”. Durante un mes yo me dedique todos los días a acordarme de olvidarte. Lo hice magistralmente, con empeño y disciplina acordándome todos los días de olvidarte. Y hoy, después de haber hecho tu recuerdo carne durante dos horas, después de haberlo mentado tanto que se difumino entre mis partículas, hoy te olvide; lo hice como no podía ser de otra manera, recordándote con insistencia, con deseo, con pasión y dolor, con inseguridad, con contradicción y suplicio, y al final con alegría triste y dulce.

El proceso fue largo, primero vino una introducción con guitarra sola. Una melodía muy tranquila y calmada. Sobre las piernas sostenía dos libros y en la mano una lapicera que me clavaba en alguna parte del brazo cuando sentía que el cuerpo perdía materialidad.

El primer recuerdo fue tan obvio que paso desapercibido, el teatro, las luces oscuras, el sonido, la única palabra que conozco con dos “z”, todo eso tenía una reminiscencia tan clara a vos que no te pude palpar con precisión. Algo así como meterse en una pileta donde el agua es tu cuerpo. Estas alrededor, con unos limites definidos y finitos, pero inasible, resbaladiza, transparente, tocando la piel pero sólo de paso, el tiempo justo que tarda una gota en caer de mi flequillo hasta el pupo.

Cuando termino la introducción y se hizo el espacio para el aplauso, yo en honor a vos y a mi terquedad, escribí unas palabras en la oscuridad. Vos me hubieses retado y recomendado “escucha, abrí los poros y escucha”. Ese segundo de libertad, de travesura, fue un primer distanciamiento, un hueco que llene yo solito, sólo con mis ganas de hacer lo indebido.

Para cuando subió al escenario toda la banda ya contralaba a la perfección el movimiento de la mano izquierda que tanteaba en busca de tu mano. En lugar de buscar el espacio apretado y justo entre tus dedos me aferre fuerte a la madera. Esa dureza me devolvió la de mi mano, y la del brazo y la del cuerpo. Sentí mi peso sobre la butaca y me di cuenta que no había desaparecido, que todavía estaba ahí, acalambrado en la pierna izquierda, con el dolor de espalda persistente. Me sorprendí al caer en la cuenta de que no había desaparecido, todavía tenia cuerpo y tacto, y esa impresión desafiaba la sensación de vacio e irrealidad del último mes.

Durante el sólo de saxo tu recuerdo se fue y lo ocupo del mi hermanito. La imaginación tiene consecuencias difíciles de creer, pero yo puedo jurar que sentí orgullo sólo de imaginarlo.

Cuando la pareja de adelante tomo la cruel decisión de juntar sus cabezas, de apoyarse tiernamente la una sobre la otra, volviste. Tuve que ajustar con mucha precisión el ojo sobre los dedos que iban rápidamente de un lado para el otro por los trastes del bajo para distraerme del dolor en el cuello, que parecía rendirse a un culto desconocido por la gravedad. Nuevamente lo contuve.

Debo reconocer que lo que siguió fue una ayuda azarosa y poéticamente justa. Salió a escena la cantante. Y con el correr de los versos y las estrofas en ingles, que yo escuchaba en francés, me pude ir un rato a pasear. Caminaba por un puente en alguna ciudad galesa, donde me encontraba con un mago que intentaba convencer a una hermosa joven de que no saltara al rio. El paisaje tenía los imprevistos mediados por los golpes del piano. Para cuando llegaba al otro extremo del puente (la mano de la pianista había corrido fugazmente de un lado a otro produciendo un sonido estridente rematado con un golpe seco sobre dos La) la calle estaba completamente nevada. Y ya no estaba en parís, sino en Madrid. Ahí vos volvías a caminar de mi mano, y yo te miraba de reojo, como no queriendo asegurarme de tu presencia, pero indefectiblemente te sentía en mi mano, tirando para atrás para que no caminara tan rápido. El tema termino y te volviste a ir dejando mi cuerpo furiosamente inquieto en el asiento y la sangre trabada en las venas. Te volví a olvidar cuando el percusionista buscaba atormentar a los oyentes, sacudirlos para todas partes, hacerlos saltar en el lugar. Cualquiera que como yo hubiese estado recordando tiene que haber olvidado. Los platillos golpeaban con la seguridad del viento que sopla un árbol hasta tirarlo. Y con la violencia de un rayo directo a una neurona, sin mediación de cuerpo alguno. Ese fue el segundo quiebre. Podía escuchar por la yema de los dedos sin tenerte a mi lado, podía degustar un Mi sostenido de una flauta traversa tirado con indiferencia al publico (seguro era un Fa o un Re menor, para mi era tan seguro un Mi, como que en unas horas saldría el sol).

Tu tercera y última aparición fue a mis espaldas. No se con seguridad si estabas en las filas de la izquierda casi al final de la platea o en el segundo palco al fondo. Lo que si se es que me mirabas y pensabas: “Parece una imagen congelada en el tiempo. El espectro de los reflectores azules sobre el escenario le da ese color pálido, inmóvil. El pelo siempre perfecto, alineado con las cejas desde la oreja hasta los ojos. Tu perfil parece el de una pintura de crayones con muchas rayitas horizontales de tonos marrón y bordo. No siento culpa de sostener otra mano Manu (me decís con sinceridad), lo que tengo ahora vos no me lo podías dar, no porque no quisieras, simplemente por que no podías entenderlo, mucho menos reproducirlo. Te enamoraste tanto de tu forma de amarme, que te olvidaste de amarme, a mi. Siempre tan preocupado por las formas vos. Es raro, te miro tan distante, tan lejano, tu amor todavía esta tibio y para mi es como si estuvieras en el otro extremo del mundo. Pero te repito, tampoco siento lastima, es tan lindo verte ahí, sumido en tu sensibilidad, abandonado a tus reflexiones, llevado por tu pensamiento que te gobierna en cada milésima de segundo de tu vida. Tal vez ahora estés pensando en mi, ¡va, que digo! Seguro estas pensando mí. Pero a pesar de estar sólo sentado ahí, estas exactamente igual que cuando estabas conmigo. Es bueno saber que estas, que seguís ahí, y que mucho tiempo mas lo vas a estar”.

Cuando termino de pensar la frase se rompe el hechizo, me doy cuenta perfectamente de la ingenuidad que encierra. Ella perfectamente podía haberlo pensado exactamente con esas palabras. Pero yo no estaba congelado, yo me había ido. Y lo que quedaba ahí sentado inmóvil, no era su recuerdo, sino el mío. Me di cuenta que me extrañaba a mi amándola, a mi haciéndole caso, a mi escuchando sus retos y consejos, a mi besándola, besándola, besándola.

Durante el último tiempo había sentido vergüenza de extrañarte, me cuidaba de no nombrarte ni escribirte. Y sin embargo hacia todo lo que habíamos planificado hacer juntos que nunca hicimos. En ese mes fui dos veces al teatro, tres a ver conciertos, dos a 990, cuatro veces a ver muestras de pintura y fotografía. Más de quince veces salí a caminar sin rumbo. Ahora me doy cuenta que vivía clavado a tu recuerdo, como si nunca te hubieses ido y yo te paseaba de la mano por todos esos lugares. Me harte de ver películas argentinas, películas viejas, películas incomprensibles y en todas me venían miles de charlas con vos. Durante un mes todo lo que me paso, me pasó para compartirlo con vos, hasta bese otras mujeres pensando en vos.

Pero el quiebre llego. En paralelo a todos esos pensamientos, la banda ya casi finalizaba y yo no podía dejar de alegrarme por lo acertado que había estado en ir a ese concierto. Estaba completamente fascinado con la mezcla de la batería a toda marcha y el saxo desesperado tratando de seguirla en una cadena de retorcimientos del músico que hace creer que los sonidos salen de sus costillas y no del instrumento. Durante el resto del espectáculo me fui diluyendo en el terciopelo rojo, iba y venia con las trompetas, volvía a viajar a Grecia cuando ella cantaba y a Manhattan cuando él cantaba. Caminaba por el mundo, me enamoraba de una chica con boina, le hacia el amor varias veces y en segundos me olvidaba de su nombre, me perdía en bares y disertaba en congresos. Recorría el mundo a tropezones, meditaba en un desierto en Marruecos y escribía un poema en Venecia. Fumaba marihuana en canto blanco y corría desnudo por una playa a toda velocidad para saltar al mar. Estaba vivo, impecablemente vivo. Desbordaba energía, la misma que los tres saxos, la trompeta, el bajo, la batería, el piano y el coro en el tema final. Estaba perfectamente fundido con la electricidad de los instrumentos, que me descargaban una y otra vez golpes de vida. Salí extasiado, feliz, colmado de recuerdos guardados en un hermoso rincón de mi pasado. Me prendí un pucho y camine sólo hasta el departamento. Infinitamente sólo, pero colmado de felicidad y de mi compañía. No había nadie que caminara de mi mano, ni una sombra ni un recuerdo. Escuchaba el ruido de mis pasos y el ruido del mundo todo que se había convertido en mi nuevo amante. Y con él a partir de mañana haríamos el amor todas las noches y todas las mañanas, bajo todas las lunas de occidente y todas las de oriente.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Pequeña Venganza

Me meto en la cama
respiro fuerte, bien fuerte
Pongo a Ravel, dos veces.
Toso sin culpa.
Y me froto los pies
hasta dormirme plácidamente.

domingo, 6 de diciembre de 2009

La historia de una excusa


Primero fue un remedio de extracto de hierbas naturales que tenia un efecto secundario similar al efecto primario del te de peyote, además tenia que combatir con un resfrió que comenzaba en febrero y terminaba en abril…del otro año.
Era un niño de catorce años pensando en la tarea de lenguas, intentado dormir con los efectos del lsd a toda marcha sobre sus percepciones. Ahí nació mi primer gran miedo: cerrar los ojos.
Podía pasar hasta cinco horas acostado boca arriba debatiéndome sobre que opción encerraba menos cobardía, correr a la cama de mi mama, o ir al living y prender la tele hasta fallecer del cansancio y pasar directamente al sueño sin siquiera tener que cerrar los ojos a conciencia.
En los días de calor todo se volvía más simple, porque contaba con la excusa del ventilador en la pieza de mama. Pero dormir en invierno era una tortura. Durante el día el año tenia cuatro estaciones, durante la noche tenia una estación de mil noches y otras tres indiferentes.
Para cuando aprendí a lidiar con las imágenes fantasmagóricas y los puntos de colores que me producían vértigo y nauseas, la costumbre de acostarse y no dormir ya me pertenecía tanto o mas que mi nombre (es tan ingenuo pensar que el nombre es lo que nos define, que una vez a la semana me presento con uno distinto y la gente cada vez que me reencuentra me dice: “claro que me acuerdo de usted: el de las ojeras hasta las rodillas”)
Hubo una época, para la cual ya contaba con dieciséis años, en la que estaba tan obsesionado con los problemas del sueño, que a todo ofrecimiento que recibía le anteponía un “preferiría dormir pero…”; entonces el mozo me decía “¿prefiere azúcar o edulcorante el joven?”, y yo: “Prefería dormir, pero el azúcar esta bien”. Con el mozo no era tanto problema, pero a mi novia le generaba unas ganas terrible de matarme: “¿vamos al cine o vemos una película en casa?, “”preferiría dormir pero…”, ahí estallaba la bronca. A eso se sumaba su fascinación por entusiasmarse con los planes, con el momento de hacer planes. Yo disfrutaba ir al cine, no planificar ir al cine. Así que a esa insensata costumbre se le sumaba mi harta preferencia por dormir, haciendo un coctel cancerígeno, una imperceptible volita de esas que con el tiempo te tapan las arterias y te matan.
Justo antes de cumplir los diecisiete aprendí a usufructuar mis alucinaciones naturales que continuaban a pesar de haber dejado el remedio, pero no el resfrió. Al principio trataba simplemente de contar los puntos, estirarlos y juntarlos para armar formas y adivinar colores. Pero después de la unidad 7 del programa de ciencias naturales sobre la composición del universo el juego cambio radicalmente. Mis alucinaciones tenían el aspecto exacto al que mostraban los manuales de clase sobre el universo. Un fondo negro, lleno de puntos en su mayoría blancos que se acerca y se alejan a su voluntad. Al parpadear fuerte y repetidas veces esos puntos explotaban en miles de puntitos de colores brillantes que duraban los segundos justos para pasear la vista por el cuarto e ir impregnando todos esos puntos y colores en los muebles, los libros, las fotos, los muñecos, paredes y cortinas. El cuarto sencillamente parecía de fantasía. Fantasía terrorífica devenida en pacifica, lúdica y hermosa.
De alguna manera me había convertido en un espectador privilegiado del Universo. Me había convencido tanto de esa semejanza que a veces cuando juntaba dos puntos hasta fundirlos en uno, tenia miedo de estar haciendo chocar dos planetas.
Lo que mas disfrutaba era el esfuerzo desmesurado en funcionar como un telescopio. Primero pasaba largo tiempo tratando de fijar un punto, luego iba acercando progresivamente la vista hasta ver aparecer las lunas que rodeaban al punto-planeta. Luego pasaba una virtual capa de ozono que siempre variaba de color, hasta ingresar al cielo propiamente dicho. Mis cielos no tenían nada que ver con el real. Para empezar no era claro y transparente sino denso y turbio. Pero esas cualidades eran más bien morales y no estéticas. El que mi insomnio aventuraba era un mundo y un cielo moral. Desde el suelo se podía ver el sol y las estrellas, pero cuando el espíritu ascendía se encontraba esa densidad y los colores opacos y los aires espesos y turbios. Con lo cual, las personas de mis mundos tenían una evolución limitada.
Esa simple idea me fascinaba, la de atribuir existencia tanto moral como estética a todas las cosas. Era la única forma de juntar a los hombres y a la naturaleza bajo una misma regla y así poder darle orden a esos mundos-puntos. El resultado era que un árbol podía ser paciente y benévolo con el hombre que duerme la siesta a su sombra, y entonces esa siesta era mil veces mas serena y reconfortante; o bien un hombre podía tener las manos grandes y hermosas como las hojas de una palmera, y entonces esas manos no podían ya ser ni buenas ni malas, ni cocinar o acariciar, sólo ser hermosas.
En las muchas historias que inventaba para los personajes que habitaban ese mundo, había una sola continuidad, propia y extensiva de la imaginación: la insustancialidad. Por lo tanto, en una misma historia, podía cambiar la trama del amor a la política sin modificar absolutamente nada, y no perder ni un gramo de coherencia. A lo sumo ganaba en un gramo de desesperación.
A los dieciocho me fui a vivir solo, y al poco tiempo hice el descubrimiento más grande de mi vida: No hay ninguna razón por la cual a la noche se deba necesariamente ir a dormir. Poner en práctica ese descubrimiento fue sensacional. A las 12 me acostaba. Una hora después de jugar con los puntos y las personas, me levantaba, miraba tele, leía, limpiaba, salía al balcón (Salir al balcón era una actividad en si misma). Dos o tres meses después de ese descubrimiento, me di cuenta que la cosa no había cambiado mucho. Cuando miraba tele o leía, los puntos y las líneas y los colores se habían ido, pero las fantasías seguían su marcha. Ya ni siquiera tenía que tener los ojos cerrados. Miraba el libro y las letras se deformaban. La “O” se estiraba inmensamente como un embudo, donde caían las letras y el libro, y el sillón, y con el yo y el mundo entero. Entonces me encontraba compartiendo las historias con mis personajes. Me encontraba con una piedra que lloraba de tristeza, con una mujer que tenia una sonrisa que encarnaba la ingenuidad, y un hombre que hablaba con la quietud de una cascada, y una flor enfurecida con el viento, y un niño que era el viento. Todo mezclado. En todas las historias había un momento donde aparecía erguido tras un atril, en un escenario, una plaza, en medio de una montaña, ante un ejercito de gauchos o escritores (que para mi tenían el mismo poder revolucionario), allí pronunciaba los discursos mas increíbles, exaltaba el valor y las esperanzas, insuflaba los corazones con palabras de amor y libertad, les habla francamente mirándolos a los ojos. Agitaba las manos mucho y arrojaba entonaciones que el público hacia suyas y coreaban y gritaban. Y cuando terminaba el discurso me dirigía a una carpa al costado, donde me sentaba con san Martín y le explicaba como tenia que hacer para terminar de liberar América latina. No siempre era tan monumental. A veces la historia consistía en verme a mi caminar por una diagonal de La Plata, y la ciudad, que me tenia un profundo aprecio, me conocía y comprendía, lloraba por mi cuando yo no podía. Por que nunca pude aprender a llorar. La imagen era siempre la misma, yo caminaba mirando el suelo, muy muy despacio, y las casas lloraban, los adoquines lloraban, los arboles lloraban, los carteles y la luna también. Lloraba tanto la ciudad que yo podía confundirme con ella, apoyarme contra una pared, deslizarme hasta tocar las rodillas con el pecho, y las lágrimas me bañaban del balcón hasta la vereda.
Cuando no aguantaba más el dolor de espalda, dejaba el libro, y volvía a la cama. Donde protestaba uno o dos cuartos de hora más, hasta dormirme justo cuando empieza a salir el sol.
Al caducar completamente el primer descubrimiento, tuve que empezar a buscar otra solución. Y en poco tiempo la descubrí, y fue perfecta y para siempre efectiva.
Consiste en deshacerme de mis personajes y mundos, ¿Cómo?, dándole realidad mas allá de mi. Como paso por ejemplo con ese personaje que tenia insomnio y no podía dormir y que se puso a escribir para poder dormir.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Posibilidades de la Literatura II

A veces no concibo que otro pueda amarla, que le este permitido amarla, mientras que yo estoy tan sólo amándola, de manera tan profunda y completa, y no conozco ninguna otra cosa, no se, ni tengo nada mas que a ella.
Se miran, se presienten, se desean, Se acarician, se besan, se desnudan, se respiran, se acuestan, se olfatean, se penetran, se chupan, se demudan, se adormecen, despiertan, se iluminan, se codician, se palpan, se fascinan, se mastican, se gustan, se babean, se confunden, se acoplan, se disgregan.
El joven la sostuvo y la arrastró a la cama. La penetro. Ella se alegro de pensar que al menos ahora se acabaría aquel desgraciado juego y que volverían a ser ellos mismos, tal como eran, tal como se querían
Se aletargan, fallecen, se reintegran, se distienden, se enarcan, se menean, se retuercen, se estiran, se caldean, se estrangulan, se aprietan, se estremecen, se tantean, se juntan, desfallecen, se repelen, se enervan, se apetecen, se acometen, se enlazan, se entrechocan, se agazapan, se apresan, se dislocan.
Trato de unir su boca a la de él. Pero el joven se lo impido y le repitió que sólo besaba a una mujer cuando la quería. Se hecho a llorar. Pero ni siquiera del llanto pudo disfrutar, porque el furioso apasionamiento del joven iba ganándose gradualmente su cuerpo, que hizo callar a los lamentos de su alma. Pronto hubo en la cama dos cuerpos perfectamente fundidos, sensuales y ajenos. Se perforan, se incrustan, se acribillan, se remachan, se injertan, se atornillan, se desmayan, reviven, resplandecen. Se contemplan, se inflaman, se enloquecen, se derriten, se sueldan, se calcinan, se desgarran, se muerden, se asesinan. Resucitan, su buscan, se friegan. Se rehúyen, se evaden y se entregan.
Aquello era precisamente lo que toda su vida la había espantado y lo que había tratado cuidadosamente de evitar: acostarse con alguien sin sentimientos y sin amor.

Posibilidades de la literatura I

Atravesaba las paredes, alquilaba maquinas de escribir por hora, la finalidad del saco y la corbata era el anonimato, maestro del atajo, estudio la cultura Maya, la magia tibetana y la obra del ocultista francés Eliphas levy, era muy supersticioso con respecto a la buena realización de tareas cotidianas, adoraba a los gatos y celebraba el inescrutable mutismo de comadrejas, zorrinos, nutrias, visones, lémures. En una ocasión fue detenido, le tomaron una foto y cuando salió revelada no se veía a nadie.


“Los escritores no escriben, leen y transcriben”, eso dice el que no salía en la foto. Le tomo la palabra. Además descubrió la técnica del cut-up, lo que mas le interesaba del método era que introduce lo inesperado. La yuxtaposición de palabras e imagen “me enseña a pensar en bloques asociativos mas que en palabras”.

I
La ciudad imita en cartón una ciudad de pórfido.
Se respira una brisa de tarjeta postal.
Las gaviotas (…) fingen el vuelo destrozado
De un pedazo de papal blanco.


Cut-up, fold-in, cintas grabadas y desgravadas, álbumes de recortes, collages de fotos, diarios a tres columnas. El cut-up es, en suma, una herramienta mágica y precisa: “Lo que parece aleatorio puede no serlo en absoluto. Hay que elegir qué cortar. Y luego de eso elegir que utilizar”. El azar controlado. De una pagina de cut-up sacaba en limpio una línea.

II
La materia de este capitulo es la memoria; las palabras ultimas fueron, ut nihil nin iisdem verbis redderetur auditum. Sabia las formas de las nubes australes del amanecer del 30 abril de 1882 y podía compararlas en el recuerdo con las vetas de un libro en pasta española que sólo había mirado una vez y con las líneas de la espuma que un remo levanto en el Rio Negro la víspera de la acción del Quebracho. A su vez la abuela tiene mal de Alzheimer y un mantel de hule sobre la mesa; y el mal de Alzheimer no parece llevarse bien, entre otras cosas, con los manteles de huele que están sobre la mesa.
Ella lo reconoció de lejos y, mientras se acercaba a el, lo miraba con una ligera sonrisa, que justo en el ultimo momento, cuando ya casi habían cruzado, hizo funcionar el sistema de señales de su memoria y lo arranco de su somnolencia.
-No la había reconocido- se disculpo.
¿Tanto he cambiado?- le pregunto ella y el le respondió que no y, aunque era mentira, no era del todo mentira, porque aquella ligera sonrisa llegaba hasta aquí atravesando una distancia de muchos años sin haber cambiado para nada y lo dejaba confuso: le recordaba con tal precisión el aspecto que había tenido esta mujer que tuvo que hacer cierto esfuerzo para no percibir la sonrisa y verla a ella tal como era en este momento: era ya casi una mujer vieja.
La recelosa claridad de la madrugada entro por el patio de tierra. Entonces vi la cara de la voz que toda la noche había hablado, me pareció monumental como el bronce, más antiguo que Egipto, anterior a las profecías y a las pirámides.

En limpio: La memoria elige lo que olvida.


III

Malcom despertó en el interior del tacho de basura de Tinto. Lo habían atado boca abajo, con las alas y las patas abiertas y le habían cerrado el pico con un clip. Malcom giro la cabecita todo lo que pudo para ver las caras de sus secuestradores. Lo que vio le puso la piel de gallina: Tinto, Cruzio y Nano, hacían apuestas sobre cuanto tiempo resistiría la violación a que iba a someterlo un cocodrilo llamado Termo. Le decían Termo porque tenía una poronga ancha como un termo. Malcom ya lo tenía prácticamente encima. Unas gotas de sudor blanco saltaron de su cabecita como esquirlas, y Malcom no pudo evitar pensar que cuando Termo se la pusiera lo que saltara de su culo no serian esquirlas sino estrellas, e incluso planetas enteros con sus satélites y hasta alguna nave extraterrestre con la ventanilla atiborrada de curiosos.-Bueno, muchachos- dijo termo con voz áspera-, creo que el patito ha vuelto en sí. Voy a proceder –y avanzo con la poronga entre las manos.
Malcom fue violado hasta el cansancio.

— ¡Esto es sustancia cerebral!
La autopsia confirmó su dicho, certificando una nueva maravilla del portentoso aparato. Efectivamente, la cabeza de nuestro pobre amigo estaba vacía, sin un átomo de sesos, El proyectil etéreo, quién sabe por qué rareza de dirección o por qué descuido, habíale desintegrado el cerebro, proyectándolo en explosión atómica a través de los poros de su cráneo. Ni un rastro exterior denunciaba la catástrofe, y aquel fenómeno, con todo su horror, era, a fe mía, el más estupendo de cuantos habíamos presenciado.


El brotar de la sangre roja, le otorga realidad a mi analogía con los crayones, y dispuesto a armar un precioso dibujo, alentado y excitado por la realidad del color rojo, toma ahora el cuchillo, con el cual delinea unos garabatos. Por la rapidez de su respiración y los jocosos ruidos, me doy cuenta que mi sobrino la pasa de maravilla.
Me retorcí violentamente escupiendo sangre y saliva, que producían más mis pensamientos que el cuchillo. No me permitiría ahogarme en la mediocridad del arrepentimiento. Con las últimas sinapsis que me quedaban, invente un artilugio incongruente que justificara todos mis asesinatos. Todos menos el de la chica de la sonrisa, que cualquiera en cualquier mundo hubiese comprendido. Pero hasta en ese último halito de esperanza todo era en vano. Allí estaba yo, muriendo, asesinado por un niño, sin culpa, sin intenciones, sin sentido, sin conciencia, sin lógica, sin motivo. Movido únicamente por la diversión, por el arte de dibujar, por un juego sobradamente lúdico. Una muerte sin razón, sin ningún atisbo o fragmento posible de algo semejable a una razón.


En limpio: A toda muerte le correspondía una cuota de absurdo, de inverosimilitud, para ser una muerte con sentido.

Posibilidades de la Literatura

Presentación

Fiel a su naturaleza, Rubicante, quien calza y viste, o debería decir, quien escribe y existe, decide poner a funcionar su más perfecta maquina, su única maquina: la destrucción. En esta ocasión se destruye a si mismo, en otras palabras, destruye la propiedad de lo que escribe. A partir de ahora, se transmuta, se pierde, se invisibiliza y difumina entre la basta historia de la literatura. Todo se convierte en un plagio. Los cuentos y las novelas se repliegan sobre si mismas, se superponen. Se descubre que Borges escribió un cuento junto a Di Benedetto. Kafka se convierte en Sócrates, es decir, en una invención: una existencia tan rica que desborda a una persona, a un ser concreto, para volverse una plétora de significados repartidos en mil hojas. El método esta perfectamente copiado, transliterado, robado, traducido sin escrúpulos. Jaromil es una de las reencarnaciones de Kiyoaki, Silvina Ocampo es un personaje de una obra teatral de Pellegrini. Whitman es una paráfrasis encubierta de Black. Todo pierde sustancia. Todo lo solido se desvanece en el aire. Berman es la prolongación de Fausto antes de morir en la torre. Dolina es una excusa de Laura y Werther de Lotte.
En una palabra, se destruye a Rubicante escritor, para dar paso a Rubicante lector. Pero ahí sólo empieza. Es como el más groso error de las lecturas de enciclopedia de Hegel: la dialéctica no es un método. La realidad es dialéctica. La dialéctica es una cualidad. Escritor lector escritor. Es la dialéctica de la destrucción.

Ya no se trata de mostrar un sentido a través del cuento, del relato, del fragmento o el poema. Ya no importa las posibilidades de los personajes, no importa que Manuel explore el absurdo del autoconvencimiento y que Brenda le provea la materia para eso inconscientemente. Ya no importan las orgias de los sentidos, ni los paisajes de la escritura. Lo único que interesa es que si en la línea siete Manuel esta vivo, en la ocho este muerto, y que en la diez se descubre que no hubo Manuel, ni muerte.
El origen siempre estuvo ahí, escondido, esperando a ser desentrañado. Homero, era Homeros. La Ilíada, no una tragedia, sino una antología de cuentos anónimos. Hoy la literatura vuelve a ese origen. Al anonimato.

“La novela común ha sucedido. Esta novela esta sucediendo”.

Todo se reduce al placer de una conjunción perfecta entre dos o mas palabras.