sábado, 27 de febrero de 2010

Palabras en el Padro

Rubens, “Ganimedes”

Para mi ese rapto, no significa otra cosa, mas que el destino del amor derrotado por la naturaleza.

Claudio de Lorena “Santa María de Cervello”

No sólo en la Iglesia
los lugares de adoración están sumidos en la oscuridad.


José de Ribera “San Sebastián” 1636

Abajo "El San Sebastián mártir", la imagen de la ruptura existencial de uno de los personajes de Mishima (o de él mismo).

Arriba "San Sebastián" de Ribera., para mi, la imagen que conecto el viaje literal mas profundo, el de Kiyoaki, a la viva y real impresión de la carne atravesada, de la imagen en su máxima realidad. La conjunción entre las artes.
"La carne humana interpretada en clave religiosa"
.

Hans Baldung Grien (alemán) en el retrato de “Las edades y la muerte”, la juventud y la vejez tienen la misma expresión, como si el tiempo no alterara los ánimos, las sensaciones; parece que el devenir del tiempo esta atado sólo a la corrupción del cuerpo.

Manuel Rodríguez “La muerte de Seneca”

El brazo cuelga fuera de la pintura.

A. Muños Degrai Recuerdos de granada”

El detalle del farol perdido en toda la inmensidad

de la ciudad, basta para comprender el

sentimiento de melancolía que evocan

las nubes, las calles mojadas,

la soledad y la ciudad desierta.

A. Muños Degrain “Los amantes de Teruel

Uno quiere acercarse a juntar las flores y ponerlas en su lugar, tal es la impresión de relieve.



martes, 23 de febrero de 2010

Viajar

¿Qué es extrañar?, ¿Qué es aprovechar la vida?, ¿Qué es la experiencia?, ¿Cómo se construye la personalidad, mas aún, como se la transforma?, ¿Cómo se distingue la necesidad de una cara conocida de extrañar?, ¿Quién es un amigo?
¿Se puede medir el tiempo en utilidad? ¿Se debe? ¿Qué es mirar, qué es ver, es lo mismo que conocer? ¿Qué es una construcción sin las personas que la hicieron? ¿Cómo saber que representa? ¿Se puede sentir a través de los milenios? ¿Qué se busca cuando se intenta conmover por el sólo hecho de conmover?... ¿Qué es aprender?

Para responder hago el complejo esfuerzo de disociar. Disociar extrañar de amar-compartir, amistad de compartir-amar, vivir de viajar, cambiar de transformar, el tiempo de caminar, mirar de recordar de fotografiar, conocer de comprender, sentir de impresionarse.

Mi cuerpo-mente no vive a través de la filosofía, ya es ella. Es inevitable. Por eso no puedo querer conquistar la experiencia-objeto, la ciudad-objeto, la costumbre-objeto. No puedo querer gobernar y comprender ni las sensaciones ni los sentimientos, no tiene sentido; y tal vez esa sea la mayor consecuencia de la distancia: la pérdida de sentido. Qué sentido tiene preguntarse por la continuidad de un amor. Qué sentido tiene querer tener un amigo al lado en un momento especial. Qué sentido tiene una comida casera. Ninguno.

Arrancarse de un suelo e irse a vivir a un océano de distancia, tiene una sola consecuencia a través de la cual se vive el resto. El encuentro con uno mismo. Ese encuentro es harto difícil. Para el hay que desnudarse por completo, desprenderse de todo, lo cual es imposible, pero necesario intentarlo. Salirse de la lógica-turista, de la lógica-nativa y de la lógica-ajena. Ni mimetizarse con el lugar, ni mirarlo desde la exterioridad absoluta. Encontrar ese intermedio es el encuentro con uno mismo. ¿Por qué sentirse mas conmovido por el Museo del Prado que por el “Abrígate muchacho. Hasta logo” del portero Paco? ¿Por qué lo que perdura es más valioso que lo efímero?¿Por qué estudiar acá no tiene sentido y allá si? ¿Por qué acá ver un parque es maravilloso y allá no?
Caminar una montaña nevada es maravilloso. Pero qué lo hace maravilloso, lo nuevo del paisaje, los colores, el silencio… o poder darse cuenta que en ese desierto de montañas blancas una pareja construye una cotidianeidad, una vida, un matrimonio y una familia sólo de la conversación, de la compañía, del alejamiento. ¿Cuál es la maravilla que a uno debería sorprenderlo, conmoverlo?

Hasta hoy, lo que más me ha sorprendido, es la vida que se tiene que llevar para llegar hasta acá. Ahí esta la experiencia, la vida, lo maravilloso. Viajar, no te la oportunidad de empezar de cero, de convertirse en otra persona (en un sentido radical), mas bien te la oportunidad de poner a prueba todo lo que uno es, lo que fue, lo que hizo y como lo hizo.
Estar sentado en el balcón, escribiendo, pensando, sintiendo la aventura de escribirme, pensarme y sentirme, eso es viajar. Es corroborar como el cuerpo se amolda a los golpes, a las incertidumbres, a las elecciones que implica abrirse, desnudarse a cualquier experiencia.
Decidir estudiar filosofía fue mi primer viaje trasatlántico, elegir decir “te amo” todos los días por un año fue mi primer viaje sideral, elegir decirte “amigo” fue mi primer viaje atemporal, intempestivo, eterno. Volver a elegir todo eso en otra parte cualquiera del mundo, ese viaje quiero hacer.

(Todas estas palabras están sujetas a refutación por quien las escribe)

Popul_art Jazz

Cinco son los hielos, que si bien parece mucho, no es demasiado para las dimensiones de la copa y la cantidad del liquido.
Uno, dos, tres, cuatro, son los compases que marca el trombonista para comenzar.
Cinco son los sexagenarios que ponen el toque neoyorkino a la noche. Cuadros en blanco y negro, bronce amarillento y corroído en instrumentos que decoran las paredes. Espejos y aberturas engañosas para que no sólo reboten los sonidos sino también las imágenes. Humo, olor a humo. Sombreros, bufandas y sobretodos en todos los rincones, respaldos, sillas y barras. Un mozo venezolano, un dueño español, un borracho despatriado, músicos cosmopolitas y una rusa, que obviamente se llama Natasha.

El camino es corto pero incierto. Confuso, en el mejor sentido. Llegar se llega seguro, pero entre calle y calle se puede encontrar tanto que tal vez tomaría un mes o más llegar. El “Barrio de los Poetas” no es una metáfora, es literal hasta el dorado de las letras grabadas en las veredas. Por ahí, va uno entre atolondrado y sigiloso caminando extraviado. Siempre extraviado, porque saber a donde ir es imposible. Entre dos adoquines se escurre el océano atlántico, de un lado flamenco y del otro (que es el mismo) jazz, y un paso más, y por dos chupitos y un giro a la izquierda te metiste en Cuba. Y de una puerta a la otra hay sólo dos metros y un sinfín de balcones y puertas perdidas, y bares escondidos y taperias y tabernas, y casas de té, donde no se sirve té, pero hay de todo para fumar.

El domingo se multiplica por el frio y la ausencia te hace dudar. Pero importa poca, seguir cualquiera de esas calles adoquinadas, laberínticas y místicas es un deleite en si mismo. Y en el fondo sabes que a la vuelta de alguna de esas esquinas esta. Cuando llegas, la sensación no cambia, el sentimiento de irrealidad sigue firme. Palmar los faroles, agarrar el metal frio y empujar la puerta, sentir el calor intenso que contrasta con el frio invernal del mediterráneo, no basta para quitar la duda. Unas miradas de reconocimiento, y a falta de lugar, me apoyo contra la barra en el lugar reservado para el mozo. La banda esta en receso, eso nos da el tiempo justo de desabrigarnos de ropa y abrigarnos de alcohol, el intercambio es fundamental para no enfermar. Para cuando están listos para continuar, cuatro de nosotros lograron ubicarse en una mesa al costado, a mi me toca el piso (lo elijo), y mientras el venezolano me trae una copa gigante de whisky, me dejo lentamente envolver por la música y las miradas pérfidas (sujetas a interpretación) de unos ojos celestes.

La música, sigue teniendo ese poder de teletransportar hacia adentro, de ensimismarlo a uno y ponerlo en contacto con “fibras íntimas”, con pensamientos enredados, con sensaciones y emociones difíciles, esas que hay que rumearlas rato largo para descifrarlas. A veces porque vienen con dejos amargos de ausencias, otra veces porque vienen con deseos postergados. En el otro extremo esas mismas fibras llevan a éxtasis de blancura mental donde sólo se escucha el golpeteo de las manos en las rodillas, y el ruido a ceniza consumirse. Perdido en esa blancura una imagen me arrastra súbitamente fuera del bar, y del barrio y del mediterráneo, porque comprendo con violencia que esa capacidad de teletransportar de la música, se vuelve doblemente fuerte cuando el cuerpo también es parte de ese viaje. En ese involuntario ejercicio de abstracción espacial, la música se vuelve secundaria, y se puede ver tu propio cuerpo, completamente dentro de si, y el alma completamente fuera de si, pero el espacio y el tiempo también, el viento de otro océano te mueve el pelo y otra luna te alumbra, y otra tierra te sostiene, y entonces las sensaciones se multiplican hasta el miedo. Porque antes la experiencia de perderse en la música tenía un suelo firme, un retorno seguro a las caricias de un cuerpo vecino, o de un abrazo familiar, en cambio ahora, ese perderse dentro de uno explota el estar perdido afuera y todo se vuelve más radical, más drástico. Y en ese preciso momento se produce la inversión total. Eso mismo que hacia perderte en otro espacio y otro mundo, en un estado total de enajenación y extrañamiento… te devuelve a casa. En ese bar perdido, literalmente perdido, tanto vos, como el bar, y la noche, y el cielo que te cubre, justo ahí en la extrañes total, dos notas te devuelven a tu pieza, a tu viejo escritorio, a tu equipo negro (a la piel con gusto a coco) a las noches interminables de whisky en la san jerónimo.



Irse

¿Cómo saber la diferencia entre esperar o buscar? ¿Cuántos desencuentros hacen faltan para encontrarse? ¿Cuántos amores debemos zacear antes de elegir uno para amanecer muertos? ¿Cuánta belleza contemplar nuestros ojos y cuantos mundos conquistar nuestros corazones? ¿Con cuantos cuerpos rozarnos? ¿Con cuantas bocas mezclarnos? ¿Cuántas veces dejar todo y volver a empezar? ¿Cuántas veces irse? ¿Cuántos puentes cruzar y derrumbar? ¿Cuantas ciudades destruir?

¿Conoce límites tu deseo?...

Yo viajo por la geografía de todo el Mundo a través de todos los ojos del mundo. Mi mirada rebota en el sol y cae en Singapur y en la costa del Adriático. Soy parte de todas las huellas de todos los pies. Vivo a través de todas las experiencias, de todos los ruidos. Abrazo todas las lenguas, me siento parte de un mismo suelo y cielo. Respiro tu bostezo desde otro hemisferio, sacudo la misma lluvia de mi cabeza. Es la distancia del cuerpo el reencuentro del alma.

Te vas. Te vas a gobernar tu destino, a dibujar tu suerte. Otra distancia más. Yo me fui, vos te vas, y sin embargo, cuanto más lejana debería sentirte, cuanto mas lejano debería sentirme he descubierto que estamos acá, mimetizados, esparcidos, en plexos y contrapuntos, en infusiones y vapores, en rayos de sol, en nubes condensadas, en música, en líneas difusas estrelladas contra un marco en grandes museos, en paisajes surrealistas recortados de la bruta realidad, reconocibles tan sólo en una partícula de pupila; acá estamos vos y yo junto a todos los seres humanos, inasibles, indistinguibles. Dos atalayas que se van a fundirse en el flujo del universo.

(Que sonrías mucho, mientras levitas en ese flujo)