Intento repetirlo. A veces figurándolo
a veces recordándolo exageradamente.
Vuelvo a sus rostros y a sus voces
sin encontrar sus sonrisas ni sus palabras.
Intento suplir un grito con otro grito:
igual o mas fuerte, con la boca mas abierta
o los pulmones mas llenos, o con los ojos
mas abierto o mas cerrados. Y no,
no es el mismo grito.
Intento combatir el éxtasis de sus besos
con estos besos. El desenfreno de aquel
sexo con estos gemidos falsos y forzados
que se pierden en una noche, que no es
mágica, que no es única.
Me invente un idioma y unas señas,
que no tuve con quien practicar.
Diseñe calles y ciudades que no tuve
con quien caminar..
Invente un paisaje de montañas exóticas
donde solo resonaba el eco del silencio.
Descubrí paisajes y playas paradisíacas
en las que nada sucedía.
Quise recrear el éxtasis del Sol y la Luna
intercambiados, del juego de
luces y sonidos ininterrumpidos,
del deseo y la locura del deseo
inalterables.
Llene mis venas de jeringas artificiosas
con sustancias artificiales que ni se acercan
a la adrenalina y el éxtasis de dos mil cuerpos
saltando, tocándose, rozándose, transmitiendo
la fuerza de una sensación que a un solo cuerpo
haría explotar pero a dos mil los hace bailar.
Me desnude bajo la lluvia mirando fijo al cielo
hasta sentir que no había nada mas alrededor.
Gire sobre mi mismo, una y otra y otra vez
hasta imaginarme ser un torbellino
que subía hasta el cielo…
Y no logre tocar el cielo que tocamos
saltando a la par, gritando a la par, bailando,
tocándonos, besándonos, mordiéndonos,
abrazándonos, acostándonos juntos.
Lo intente todo. desde el dolor
mas grande y el placer mas grande y
nada pudo si quiera acercarme a esa sensación.
Intente revivir ciento ochenta días donde
todas las dimensiones de la vida se volvieron
una, y tan solo una: la mas perfecta felicidad.
Me detuve en el tiempo. Me quede ahí en la nada
recordando esa felicidad y me sentí muerto. Y sin
embargo, justo antes de ver la primera lagrima de
tristeza lo comprendí:
hay una sola forma de volverse
inmortal y es cuando uno puede detenerse en un momento
de tanta felicidad, que la vida toda se disuelve y
retrae a ese segundo donde ya nada podría ser mejor.
Yo viví ese momento.
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