lunes, 19 de octubre de 2009

Incomprensiones III

Incomprensión III

I

La reunión se ajusta a todos los parámetros de lo convencional cuando paradójicamente la consigna por la cual tenia lugar la reunión, era justamente, buscar lo contrario.

Si la dinámica social es difícilmente reversible, no debe asombrar que la dinámica de pareja también lo sea. Pero lo que no consiguió la reunión fue altamente superado por esa pareja.

Brenda lleva un vestido verde, corto y ajustado, provocador aunque ella preferiría decir que es insinuador. Los zapatos van al unisonó del atuendo con la intención de llamar la atención. Los tacos altos (pero no lo suficiente como para generarle incomodidad) resaltan sus piernas creando a la vista una línea vertical tensa que tiene el tiempo justo que tomaría mirarla detenidamente, recorriendo desde la pantorrilla hasta la línea verde donde termina la tela y empieza la imaginación. El movimiento visual esta perfectamente calculado por ella. El pelo recogido y el escote de la espalda, generan una cercanía entre el final de sus muslos y el comienzo de su cuello, que permite mirar todo en un solo movimiento, o mejor dicho, no permite mirar una de las partes sin automáticamente llegar a la otra. Su arte de seducción en lo estético es perfecto. En lo intelectual también, pero eso lo deja para unos momentos mas avanzados de la reunión. Por el momento se contenta con cruzar las piernas, jugar con el cigarrillo y despilfarrar miradas, que casualidad o no, siempre terminan en un par de ojos que se ven llevados inevitablemente a emprender el movimiento recién mencionado. Un círculo vicioso perfectamente planificado. Hecho a medida de sus deseos, bajo sus reglas y su indestruible gobierno.

Manuel por su parte, pone a funcionar todo su arsenal de malabarista. Desde las atenciones imperceptibles hasta los arrebatos de besos públicos y los abrazos sorpresivos por detrás. Nada funciona. En el momento en que dejan de ser ellos dos solos, el desaparece. Se pierde, se desvanece en el incomprensible mundo de seguridades y de certezas de ella. Ya sabe que ella es la elegida, que ella es la dueña de su amor, y poco importa si todo el aren de un príncipe egipcio semidesnudo le baila encima, alrededor o entre las piernas. Inmutable, impasible, eternamente convencida de su encanto, de sus habilidades amatorias, nada puede perturbar a la imperturbable Brenda. Visto así, la posibilidad de los celos es una imposibilidad. Cualquiera podría asegurar que la reunión no presentaría en su desarrollo ningún problema. Bajo el curso de ese reino de certezas ambos terminarían en la cama deleitándose de la corroboración que significa, para ese reino, la pasión desmesurada del sexo que comparten.

Pero de las tendencias irreversibles que sufre el ser humano, la del poder es la que mas se destaca. El poder no se tiene, se ejerce, y Manuel en ese teatro donde no es actor ni director se desespera por ejercer aunque sea mínimamente algo de poder. A esta altura hay dos cosas que deberían ser obvias, la primera, que todo reino tiene un solo rey; la segunda: que Brenda Reina, ¡no comparte su trono!

Para ella seducirlo a él, es seducir a todos los que lo rodean a él. Una lógica perversa que camina por el filo: mira, puedo tenerlos a todos, al que yo quiera, pero me voy con vos. Una perversión que se torna insostenible cuando Manuel, ni actor ni director, se vuelve un simple espectador; cuando el “me voy con vos” significa que el no hizo nada, que su presencia es exactamente igual a su ausencia. La atracción ya no es la que él le causa, sino la que ella causa en los demás. A ella no le importa que los demás se impresionen de quien la acompaña, tampoco le importa que el la seduzca. El juego es de ella con ella, y poco importa lo que el haga, al fin y al cabo, no se van juntos, ella se lo lleva.

II

La metáfora para esta segunda parte es la de un arquero en un campeonato de tiro al blanco, ¡con un blanco móvil! Siendo claramente Manuel el arquero y Brenda el blanco móvil. Un elemento mas completa la metáfora, Manuel no lanza flechas, se lanza el mismo, o lo que es lo mismo, lanza sus deseos de enamorar, de admirar, de conquistar, de conmover un nervio de Brenda, de atinar una sonrisa suya…en el mejor de los casos un beso no forzado por el brazo-cadena de Manuel, que a pesar de ser su ultima arma, y sumamente efectiva, no deja de ser penoso para el mismo. Otra metáfora podría servir pero para la descripción general del funcionamiento de ésta pareja, ¿Qué define a un estanque?, ¿Cuál es su diferencia con un océano?, el estanque tiene limites acotados, el estanque rebalsa. Manuel y Brenda son un estanque infinito en profundidad, cada vez que llegan al limite, dos metros mas de profundidad se le agregan al estanque. Al lector atento no ha de escapársele la flagrante contradicción: la conjunción de un límite con el infinito. Esa contradicción es la perfecta metáfora para Manuel y Brenda, y la intención de esta segunda parte, es describir, acercase, adentrarse en la piel de la lógica que despliega esa contradicción.

La reunión pasó a fiesta, la cantidad de botellas vacías, los gritos para hablar, la rotación constante de los cuerpos, la música cada vez más fuerte, así lo demuestran.

Para esta altura el reinado de Brenda no conoce fronteras, no sólo incluyo el de todos los hombres presentes, lo cual ya es decir mucho, sino que también, bajo su encanto caen las mujeres, que podrían ser el único aliado de Manuel en la contienda. Las posibilidades de Manuel de besar a Brenda se vuelven cada vez más lejanas, y como siempre llegado este punto, recurre a los recuerdos. Recuerdo de las incontables noches en que la escena se repetía, pero haciendo el esfuerzo de focalizarse en el momento de la noche, casi siempre sobre el final, en el que Brenda se abandonaba de su espectáculo de cenicienta en el baile, y volvía a sus brazos, a besarlo desmesuradamente como solo ella le había hecho conocer. Pero por más que el recuerdo lo llenara de amor, pasión y la comprensión necesaria para sobrellevar la situación, cuando abría los ojos, la realidad lo ponía de rodillas al sufrimiento inevitable que representaban las horas restantes hasta el final de la noche. “La memoria elige lo que olvida”, Manuel la sabe, y no puede negarlo, y saber que no puede negarlo implica recordar, eso que su memoria eligió olvidar, esa noche en que Brenda poseída por su papel, absorbida por su rol, rebalsada de placer y corrompida por su propio poder, dejo que su personaje la devorara hasta devorar al otro. Ese recuerdo, que Manuel sabe clausurar 6 días a la semana, es el que ahora abre la insondable herida que nunca termina de cerrar. Porque olvidarla, nunca es lograr hacerla desaparecer o que no haya existido. Con ese recuerdo de los labios de Brenda en otros labios, de su mirada completamente extasiada en unos ojos que no son los de Manuel, con ese recuerdo su psiquis explota, se destruye, y todo pierde sentido. Yo no hay forma de lidiar con esa realidad; y de las dos posibilidades que le abren siempre recurre a la segunda. Porque interferir en la obra de Brenda sabe que es imposible, intentarlo solo sirve para convertirse en una marioneta de Brenda, donde el personaje solo puede servir como ridículo para que por contraposición su protagonismo brille más. La segunda opción, implica mezclarse en el entorno hasta desaparecer, olvidarse completamente de la noche, de Brenda, de las reglas, de la fiesta, entregarse atado de pies y manos a la fatalidad del destino. Ayudado con el alcohol, pero más aun por la desesperación Manuel lo logra. Por un par de horas puede salirse del movimiento y la disposición de cuerpos de la lógica policial de Brenda. Se permite ser el en plena libertad. Pero en el fondo, su conciencia le juega una trampa. Porque no solo la lógica del poder lo mueve a el y a Brenda. Hay una lógica, igual de irracional e intensa, que se esparce en el aire y que ata sus cuerpos: la lógica del Amor.

Más allá de todos los mecanismos perversos de sus mentes, ambos saben que sólo uno en el otro han podido encontrar los ojos en los cuales mostrar sus almas, que sólo en sus palabras y oídos han sido auténticos y puros, y que sólo en sus besos y caricias han conocido la pasión en su forma más extrema. Esa verdad, que la mente de Brenda puede obviar para dar lugar a su juego de poder y seducción, en Manuel es imposible de evitar, y por eso, hasta en su momento de mayor libertad, su conciencia lo engaña, sus actos exagerados también se convierten en un teatro que intenta llamar desesperadamente, nuevamente, la atención de Brenda. Si bien esta vez lo hace desde la indiferencia, no obstante lo sigue haciendo, entonces la libertad, en el fondo de su alma, Manuel la reconoce una mentira. La sostiene, entre alegría y desesperación, con la esperanza, de poder olvidarse realmente por un segundo de Brenda o la posibilidad de que su actuación tenga efecto y entonces ella vuelva a el. Vuelva para que sean otra vez ellos dos, SOLO ELLOS DOS, en la perfecta armonía que construyen dentro de las 4 paredes de su pieza. La imaginación de Manuel vuelve una y otra vez, a la imagen tantas veces pensada, de ellos dos en un mundo desierto, o mejor aun, en un no-mundo, donde la ausencia total de los otros haga imposible el deseo de poder de Brenda, donde no allá lugar para ningún poder, donde solo estén el amor de ellos, y ellos.

Final.

Llega el momento en que Brenda termina su actuación y se entrega apasionadamente a Manuel. En ese momento, todo se olvida, todo en la memoria de Manuel se clausura, el se entrega también a Brenda. Ambos vuelven a ser esa pareja indestructible, esa pareja perfecta que todo lo puede, que todas las reglas las desafía, las redefine, que frente al mundo parece no tener limites, ni tabúes, ni defectos, ni, sobre todo y contra todo: celos.

Pero ese mundo, esa superficie reluciente, tranquila, transparente, no muestra la verdad del estanque, porque mientras en la tranquilidad el agua brilla, en lo profundo noche tras noche el barro se revuelve, el agua lentamente se pone turbia, el fondo se vuelve mas y mas profundo; mientras mas brilla Brenda en la superficie mas se agrieta la herida en Manuel. Y el recuerdo de aquella herida, y la herida misma que vuelve abrirse, en una contradicción irresoluble, en la lógica perversa de Brenda que retorna eternamente una y otra vez, y la posibilidad cada vez mas real, mas cercana, de que sumidos ciegamente en el amor que viven, Manuel y Brenda, terminen por ahogarse.

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