viernes, 27 de noviembre de 2009

Prácticas Eternas II

La mente en blanco

Voy pensando, mientras abro el agua caliente mucho y un poco la fría. Lo hago por la sola costumbre de emparejar las cosas. Esa costumbre se hace extensiva a los lomos de los libros y sus respectivas alturas, los nudos de las cortinas y las puertas de armarios y alacenas.

Sigo pensando, mientras tomo uno a uno los cubiertos y de una sola pasada, apretando fuerte la esponja, los traspaso de lado a lado -ese movimiento me inspira el corte seco de una navaja arrojada en el aire denso de una taberna perdida- me distraigo con un ruido que entra por la ventana y la idea se va.

Mientras sigo lavando y sigo pensando, que leer para dirigir, trazar una línea o un designio de lo que después voy a escribir. Sigo pensando en el disparador para escribir.

Los cubiertos y platos se terminaron. Me seco las manos a medias -la textura del repasador me recuerda la aspereza de la lengua de un gato marrón que jugaba en mi cama y pienso en escribir sobre la niñez, pero no me convence- y sigo para el baño. De camino tiro el manotazo a llave de luz del living, que tiene el gesto de querer agarrar algo en el aire, una idea o una sensación tal vez.

Sigo pensando y buscando una excusa para elegir el libro que me voy a llevar a la cama en segundos. No me permitiría elegirlo al azar, debe haber una trascendental razón, una significación certera para agarrar ese y no otro. Las mas difíciles de hallar son las que me llevan a Lugones, como si se necesitara una razón para releer todos los días "Cuentos fatales".

Me acerco al espejo, miro distraído para todos lados, sabiendo que me voy a mentir no haber visto el cepillo para tener que evitar esa odiosa tarea. Me paro frente al inodoro mientras sigo pensando sobre que escribir. Aprieto el botón antes de terminar y miro fijo el remolino de agua, en busca de otras ideas: remolinos, círculos, cascadas amarillas, el reflejo sucio y borroso me muestra la psiquis de algún personaje que oculta algo, sigo sin convencerme. Otro manotazo que no agarra nada y salgo del baño.

Tomo el libro que elegí concienzudamente, junto a tres más y los apilo al costado de la cama, sabiendo que siempre llegar al tercero es necesario, que del segundo solo leo un poema, y que la elección del primero es en vano. Y que además ya tengo que ir pensando la excusa para ver que voy a elegir para mañana.

Mientras meto el dedo cuidadosamente entre las rejas del ventilador de pie para impulsarlo una o dos veces hasta que arranque...sigo pensando.

Ya solo me queda, pensar si voy a escribir en la libreta azul o en la computadora. Me resulta imposible decidirme hasta saber si voy a escribir mucho o poco, pero...todavía sigo pensando que voy a escribir, así que dejo la libreta arriba de los libros y la computadora entre el colchón y la pared.

Me acuesto, no muy reclinadamente, pero tampoco derecho, le doy play al equipo y ahora si
dejo de pensar para poder empezar a escribir.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario