jueves, 3 de diciembre de 2009

Posibilidades de la literatura I

Atravesaba las paredes, alquilaba maquinas de escribir por hora, la finalidad del saco y la corbata era el anonimato, maestro del atajo, estudio la cultura Maya, la magia tibetana y la obra del ocultista francés Eliphas levy, era muy supersticioso con respecto a la buena realización de tareas cotidianas, adoraba a los gatos y celebraba el inescrutable mutismo de comadrejas, zorrinos, nutrias, visones, lémures. En una ocasión fue detenido, le tomaron una foto y cuando salió revelada no se veía a nadie.


“Los escritores no escriben, leen y transcriben”, eso dice el que no salía en la foto. Le tomo la palabra. Además descubrió la técnica del cut-up, lo que mas le interesaba del método era que introduce lo inesperado. La yuxtaposición de palabras e imagen “me enseña a pensar en bloques asociativos mas que en palabras”.

I
La ciudad imita en cartón una ciudad de pórfido.
Se respira una brisa de tarjeta postal.
Las gaviotas (…) fingen el vuelo destrozado
De un pedazo de papal blanco.


Cut-up, fold-in, cintas grabadas y desgravadas, álbumes de recortes, collages de fotos, diarios a tres columnas. El cut-up es, en suma, una herramienta mágica y precisa: “Lo que parece aleatorio puede no serlo en absoluto. Hay que elegir qué cortar. Y luego de eso elegir que utilizar”. El azar controlado. De una pagina de cut-up sacaba en limpio una línea.

II
La materia de este capitulo es la memoria; las palabras ultimas fueron, ut nihil nin iisdem verbis redderetur auditum. Sabia las formas de las nubes australes del amanecer del 30 abril de 1882 y podía compararlas en el recuerdo con las vetas de un libro en pasta española que sólo había mirado una vez y con las líneas de la espuma que un remo levanto en el Rio Negro la víspera de la acción del Quebracho. A su vez la abuela tiene mal de Alzheimer y un mantel de hule sobre la mesa; y el mal de Alzheimer no parece llevarse bien, entre otras cosas, con los manteles de huele que están sobre la mesa.
Ella lo reconoció de lejos y, mientras se acercaba a el, lo miraba con una ligera sonrisa, que justo en el ultimo momento, cuando ya casi habían cruzado, hizo funcionar el sistema de señales de su memoria y lo arranco de su somnolencia.
-No la había reconocido- se disculpo.
¿Tanto he cambiado?- le pregunto ella y el le respondió que no y, aunque era mentira, no era del todo mentira, porque aquella ligera sonrisa llegaba hasta aquí atravesando una distancia de muchos años sin haber cambiado para nada y lo dejaba confuso: le recordaba con tal precisión el aspecto que había tenido esta mujer que tuvo que hacer cierto esfuerzo para no percibir la sonrisa y verla a ella tal como era en este momento: era ya casi una mujer vieja.
La recelosa claridad de la madrugada entro por el patio de tierra. Entonces vi la cara de la voz que toda la noche había hablado, me pareció monumental como el bronce, más antiguo que Egipto, anterior a las profecías y a las pirámides.

En limpio: La memoria elige lo que olvida.


III

Malcom despertó en el interior del tacho de basura de Tinto. Lo habían atado boca abajo, con las alas y las patas abiertas y le habían cerrado el pico con un clip. Malcom giro la cabecita todo lo que pudo para ver las caras de sus secuestradores. Lo que vio le puso la piel de gallina: Tinto, Cruzio y Nano, hacían apuestas sobre cuanto tiempo resistiría la violación a que iba a someterlo un cocodrilo llamado Termo. Le decían Termo porque tenía una poronga ancha como un termo. Malcom ya lo tenía prácticamente encima. Unas gotas de sudor blanco saltaron de su cabecita como esquirlas, y Malcom no pudo evitar pensar que cuando Termo se la pusiera lo que saltara de su culo no serian esquirlas sino estrellas, e incluso planetas enteros con sus satélites y hasta alguna nave extraterrestre con la ventanilla atiborrada de curiosos.-Bueno, muchachos- dijo termo con voz áspera-, creo que el patito ha vuelto en sí. Voy a proceder –y avanzo con la poronga entre las manos.
Malcom fue violado hasta el cansancio.

— ¡Esto es sustancia cerebral!
La autopsia confirmó su dicho, certificando una nueva maravilla del portentoso aparato. Efectivamente, la cabeza de nuestro pobre amigo estaba vacía, sin un átomo de sesos, El proyectil etéreo, quién sabe por qué rareza de dirección o por qué descuido, habíale desintegrado el cerebro, proyectándolo en explosión atómica a través de los poros de su cráneo. Ni un rastro exterior denunciaba la catástrofe, y aquel fenómeno, con todo su horror, era, a fe mía, el más estupendo de cuantos habíamos presenciado.


El brotar de la sangre roja, le otorga realidad a mi analogía con los crayones, y dispuesto a armar un precioso dibujo, alentado y excitado por la realidad del color rojo, toma ahora el cuchillo, con el cual delinea unos garabatos. Por la rapidez de su respiración y los jocosos ruidos, me doy cuenta que mi sobrino la pasa de maravilla.
Me retorcí violentamente escupiendo sangre y saliva, que producían más mis pensamientos que el cuchillo. No me permitiría ahogarme en la mediocridad del arrepentimiento. Con las últimas sinapsis que me quedaban, invente un artilugio incongruente que justificara todos mis asesinatos. Todos menos el de la chica de la sonrisa, que cualquiera en cualquier mundo hubiese comprendido. Pero hasta en ese último halito de esperanza todo era en vano. Allí estaba yo, muriendo, asesinado por un niño, sin culpa, sin intenciones, sin sentido, sin conciencia, sin lógica, sin motivo. Movido únicamente por la diversión, por el arte de dibujar, por un juego sobradamente lúdico. Una muerte sin razón, sin ningún atisbo o fragmento posible de algo semejable a una razón.


En limpio: A toda muerte le correspondía una cuota de absurdo, de inverosimilitud, para ser una muerte con sentido.

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