jueves, 3 de diciembre de 2009

Posibilidades de la Literatura

Presentación

Fiel a su naturaleza, Rubicante, quien calza y viste, o debería decir, quien escribe y existe, decide poner a funcionar su más perfecta maquina, su única maquina: la destrucción. En esta ocasión se destruye a si mismo, en otras palabras, destruye la propiedad de lo que escribe. A partir de ahora, se transmuta, se pierde, se invisibiliza y difumina entre la basta historia de la literatura. Todo se convierte en un plagio. Los cuentos y las novelas se repliegan sobre si mismas, se superponen. Se descubre que Borges escribió un cuento junto a Di Benedetto. Kafka se convierte en Sócrates, es decir, en una invención: una existencia tan rica que desborda a una persona, a un ser concreto, para volverse una plétora de significados repartidos en mil hojas. El método esta perfectamente copiado, transliterado, robado, traducido sin escrúpulos. Jaromil es una de las reencarnaciones de Kiyoaki, Silvina Ocampo es un personaje de una obra teatral de Pellegrini. Whitman es una paráfrasis encubierta de Black. Todo pierde sustancia. Todo lo solido se desvanece en el aire. Berman es la prolongación de Fausto antes de morir en la torre. Dolina es una excusa de Laura y Werther de Lotte.
En una palabra, se destruye a Rubicante escritor, para dar paso a Rubicante lector. Pero ahí sólo empieza. Es como el más groso error de las lecturas de enciclopedia de Hegel: la dialéctica no es un método. La realidad es dialéctica. La dialéctica es una cualidad. Escritor lector escritor. Es la dialéctica de la destrucción.

Ya no se trata de mostrar un sentido a través del cuento, del relato, del fragmento o el poema. Ya no importa las posibilidades de los personajes, no importa que Manuel explore el absurdo del autoconvencimiento y que Brenda le provea la materia para eso inconscientemente. Ya no importan las orgias de los sentidos, ni los paisajes de la escritura. Lo único que interesa es que si en la línea siete Manuel esta vivo, en la ocho este muerto, y que en la diez se descubre que no hubo Manuel, ni muerte.
El origen siempre estuvo ahí, escondido, esperando a ser desentrañado. Homero, era Homeros. La Ilíada, no una tragedia, sino una antología de cuentos anónimos. Hoy la literatura vuelve a ese origen. Al anonimato.

“La novela común ha sucedido. Esta novela esta sucediendo”.

Todo se reduce al placer de una conjunción perfecta entre dos o mas palabras.

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